miércoles, 30 de octubre de 2013

Gran sábado negro en el Foro Sol: Black Sabbath en concierto



Por Sergio Martínez Espitia.-

Un enorme velo beige cubre el escenario. Una tenue luz amarilla cae sobre las percusiones mientras el resto del stage se halla en la penumbra. El mar de camisas negras en que estoy atrapado (náufrago feliz a la espera de que surja un Dios submarino, un monstruo benéfico) se encuentra en relativa calma, reposando en leves ondulaciones, tras haber martilleado el suelo al ritmo machacón de Megadeth.

De pronto, una voz suave, incluso tímida, se escucha en las bocinas que cuelgan como un largo racimo de uvas negras: “ole, oleee, oleee, oleee…” La respuesta es inmediata. El Foro Sol replica el conocido canto celebratorio, pero con un tono ansioso, impaciente: tres generaciones de roqueros mexicanos han reconocido el esperado timbre del ícono obscuro, el silbido de la hidra.

Una risa socarrona (¿diabólica?) vuela a través del júbilo en ciernes de esta noche de sábado negro. Una estridente sirena anuncia el toque de queda. Las puertas del silencio se cierran. Huyen los fantasmas del tedio.

El primer riff, potente y claro, instala de golpe el tono apocalíptico de War Pigs. El Brujo, el Hechicero, el Mago… Ozzy Osbourne, vestido simplemente con playera y pantalón negros, sale bajo las luces con los brazos extendidos y mirando oblicuamente hacia el cielo.

La guitarra desciende de su nube eléctrica… se vuelve torrente melodioso. Comienza la liturgia… comienza Black Sabbath.

“Los generales reunieron a sus tropas como brujos en misas negras/Mentes diabólicas que traman destrucción/Hechiceros de la construcción de la muerte (…) Los políticos se ocultan lejos/Ellos solo empezaron la guerra/¿Deberían ir a pelear?/Ellos dejan esa tarea a los pobres”.

Remembranza del conflicto de Vietnam, eco también de un México lacerado por la guerra contra el crimen, donde los pobres –precisamente- han pagado en mayor número las fatales consecuencias. ¿Primer mensaje subliminal de la noche o pura casualidad?

“El tiempo dirá sobre sus deseos de poder/Hacen la guerra solo por diversión/Tratan a la gente como peones de ajedrez/Espera a que llegue su Día del Juicio Final”.

Coincidencia o verdadera intención de darnos un mensaje político (usar War Pigs como canción de apertura, aunque ésta bien puede que sea la primera de todas en los conciertos del tour), el virtuosismo de Geezer Buttler (bajo) y Tony Iommi (guitarra) se impone a cualquier interpretación.

Después de todo, quienes hemos venido de muchas partes de la provincia, más la multitud del DF (seguramente, entre todos, casi 60 mil), no esperamos más que ser llevados a la cima épica de un rock pesado, armónico y rico en variantes, que la actual industria musical ya no produce.

La rola se suaviza e ingresa a una estancia rítmica de gran eficacia técnica y poder sugestivo, pero sin perder la dureza sonora, característica fundamental del legendario grupo, que logró combinar –en su repertorio de sensaciones-  “el látigo y la caricia” como ninguna otra banda en la historia del rock. Ese toque preciso de blues que da salida y variedad al tronante sonido.      

Los demonios de la virtud.

Si Ozzy es el chamán, el poseso en permanente éxtasis, Iommi es el guardián de las “sagradas escrituras musicales”; el asceta que sigue la partitura nota por nota; el gran estoico forjador de pasiones, quien sólo da visos de su volcán interno en esporádicas sonrisas, al arribar al clímax de alguno de esos supersónicos requintos.

Butler es su seguro acompañante, el portador de la inigualable base rítmica del grupo, el versado músico que rescata al bajo del fondo de la orquestación para llevarlo al frente de la misma, gracias a una extraordinaria presencia melódica. ¿De qué están hechas esas pequeñas manos que rasgan las cuerdas como si estuvieran enfundadas en guantes de metal? ¿O como si su instrumento fuera un arpa sutil?

El baterista Tommy Clufetos, músico titular en la banda de Ozzy, suple al gigante Bill Ward, pero sin permitir que el sueño de ver a la banda completa estropee la calidad de su perfomance. En un estilo muy similar al de Ward (quizá con un grado menos de potencia), Clufetos es el apaleador sincronizado del inframundo, cuyo solo en las percusiones lo sitúa a un paso de los grandes del rock.

Con el soporte de esta increíble alineación se escuchan los clásicos Into the Void, Snowblind, Fairies Wear Boots, Iron Man, Dirty Woman, además de tres rolas de su último disco “13”. En Age of Reason vuelven los referentes del poder y la violencia: “¿Escuchas el trueno, furioso en el cielo?/Premonición de un planeta maltratado que va a morir/¿En la era de la razón, cómo sobrevivimos?/Los protocolos de la desolación atraviesan muchas vidas/Muchas vidas”.

El momento del cáliz.

El paroxismo de la fiesta pagana llega con la canción Black Sabbath, grabada en el primer disco de 1970. En las pantallas gigantes -donde se ha proyectado el concierto con una impecable calidad y edición de imagen- se mantiene fijo el nombre del grupo que se halla custodiado por dos demonios. El toque de campana que acompaña el inicio de la pieza alcanza alturas sobrenaturales. Tiembla el rostro del Brujo, sus ojos vidriosos, su diminuta melena, mientras extiende y levanta los brazos, vertical y horizontalmente (¿dibuja una cruz invertida?).

“¿Qué es esto enfrente de mí?/Una figura negra que me apunta/Volteo rápido y comienzo a correr/Me doy cuenta de que soy el elegido/oh nooo (…) ¿Es este el final, amigo?/Viene la locura de Satán/La gente corre asustada/Mejor deberían ser conscientes”.

El Mago sigue gesticulando, ahora víctima de su invocación. Parece que intenta arrancarse un espíritu sedicioso que trepa por su hombro izquierdo; en el esfuerzo (las manos en forma de garras), casi cae de espalda. En la parte final de la canción, Ozzy, a gatas, rinde pleitesía a Iommi, luego a Buttler.    

Termina la rola; el clamor se eleva supremo en esta velada histórica; y en clara señal de gratitud, el público recita el mantra, “oleee, ole ole oleee, Sabaaath, Sabaaath… oleee, ole ole oleee, Sabaaath, Sabaaath…”, en un tono piadoso, tierno, religioso.

Un pueblo conocido en el mundo por su acendrado catolicismo celebra de esta dulce manera a una banda que hace todavía 20 años era censurada en muchas radiodifusoras del país por estar clasificada como satánica.

La penúltima canción, Children of the Grave, nos enseña que las visiones sombrías del mundo también incluyen la fe en las nuevas generaciones: “la revolución en sus mentes-los chicos comienzan la marcha en contra del mundo en el cual tienen que vivir (…) Están cansados de que los empujen y les digan lo que tienen que hacer/Lucharán hasta que hayan ganado y el amor venga flotando”. (¿Otra vez alusiones al México actual?).

La bendición.

Culmina el asombroso ritmo épico de la pieza. Se van las luces, cae la obscuridad. Los músicos, ¿dónde están? “Saaabbath, Saaabbath, Saaabbath”. La espera es un instante. Regresa el Mago: “you wanna hear it?”, “yeee”, “I can’t fucking hear you, you wanna hear it?”, “yeeeeee”, “say it”, “Paranoid, Paranoid, Paranoid”.

Atraviesa el aire uno de los riffs más famosos del rock y la música popular. La letra, testimonio de la anomia y la infelicidad, pareciera haber sido escrita ayer y no hace 40 años.

“Necesito a alguien que me muestre las cosas de la vida que no puedo encontrar/No puedo ver las cosas que construyen la verdadera felicidad, debo estar ciego (…) No puedo sentir la felicidad y el amor para mi es irreal”.  

Iommi remata su eficaz invención. Ozzy agradece a la audiencia; dice que nos ama, que somos especiales. Nadie pide más, nadie espera más. Estamos completos, alucinados, satisfechos. La masa de camisas negras comienza a desplegarse. Los primeros empujones me lanzan de súbito a la realidad. Me arrastran, me llevan, me voy.

(Una sola queja: no tocaron Síntoma del Universo, mi rola favorita).

Fotos:
http://gritaradio.com/galeria-black-sabbath-y-megadeth-en-el-foro-sol/

miércoles, 16 de octubre de 2013

AJUSTE (Poema seleccionado para la primera edición de la Revista Literatosis, Uruguay)

Por Sergio Martínez Espitia.-

 
Cristo, soy un ejemplo para ti:

 

A diario mancillo mi espalda

con esas culpas tendidas de tapete

en el sinuoso camino

que dices sembrado de maldades,

donde tus plantas, muy ligeras,

por mucho que sangran, siguen andando.

 

¿Cómo es verdad, espíritu encarnado,

que suda y huele, que bien puedas

llorar a sangre viva

sin detener, un instante,

tu sospechosa huida?

 

Cristo, soy un ejemplo para ti:

 

Yo, con menos heridas,

humano nada más,

me pongo a la orilla

sin desear

el derrotero del santo.

 

Pero si soportar el rictus

de tu columna traumatizada,

es el necio mandato de tu Padre,

permite suplirte bajo esa columna,

al cabo ejercitado estoy

en llevar la imposible

carga de mi historia.

 

Tú, resucitado al tercer día, te presentaste a los vivos

-por supuesto, a tus más allegados-

para disipar la sensación

de una absurda promesa,

yo, agusanado en el cubo de tierra,

sin vida que mostrar, podría revivir

en cada queja de mi mujer,

en cada acusación de mis hijos,

en cada túnel del aire                                                                                     

donde mi nombre se deshaga

en un largo

ay.

 

Cristo, soy un ejemplo para ti:

 

Hijo diligente que eres

de las ordenanzas de un Dios,

siempre con una obsequiosa pasión

de sufrir por el prójimo, suplicaste una inadmisible tregua,

negaste, el papel inoculado en tus venas, porque dijiste que pesaba

la desdicha que aún ni tentabas.

 

Recuerda, yo no pido a nadie ese tipo de venias,

aun cuando mi muerte no haga más

que estimular la inútil yerba.

 

De chistar padezco las secuelas,

recibiendo más penas, sin poder renunciar a ellas,

y sin conquistar tu fama

que se cuenta en las estrellas.

 

Y callo, aunque también sé, que,

a causa de tu modelo inaudito, insuperable,

mis actos hijos de la necesidad

de cualquier modo irán a parar

en las fauces censoras

de tu tieso jefe.

 

Cristo, sí, soy un ejemplo para ti.