miércoles, 30 de octubre de 2013

Gran sábado negro en el Foro Sol: Black Sabbath en concierto



Por Sergio Martínez Espitia.-

Un enorme velo beige cubre el escenario. Una tenue luz amarilla cae sobre las percusiones mientras el resto del stage se halla en la penumbra. El mar de camisas negras en que estoy atrapado (náufrago feliz a la espera de que surja un Dios submarino, un monstruo benéfico) se encuentra en relativa calma, reposando en leves ondulaciones, tras haber martilleado el suelo al ritmo machacón de Megadeth.

De pronto, una voz suave, incluso tímida, se escucha en las bocinas que cuelgan como un largo racimo de uvas negras: “ole, oleee, oleee, oleee…” La respuesta es inmediata. El Foro Sol replica el conocido canto celebratorio, pero con un tono ansioso, impaciente: tres generaciones de roqueros mexicanos han reconocido el esperado timbre del ícono obscuro, el silbido de la hidra.

Una risa socarrona (¿diabólica?) vuela a través del júbilo en ciernes de esta noche de sábado negro. Una estridente sirena anuncia el toque de queda. Las puertas del silencio se cierran. Huyen los fantasmas del tedio.

El primer riff, potente y claro, instala de golpe el tono apocalíptico de War Pigs. El Brujo, el Hechicero, el Mago… Ozzy Osbourne, vestido simplemente con playera y pantalón negros, sale bajo las luces con los brazos extendidos y mirando oblicuamente hacia el cielo.

La guitarra desciende de su nube eléctrica… se vuelve torrente melodioso. Comienza la liturgia… comienza Black Sabbath.

“Los generales reunieron a sus tropas como brujos en misas negras/Mentes diabólicas que traman destrucción/Hechiceros de la construcción de la muerte (…) Los políticos se ocultan lejos/Ellos solo empezaron la guerra/¿Deberían ir a pelear?/Ellos dejan esa tarea a los pobres”.

Remembranza del conflicto de Vietnam, eco también de un México lacerado por la guerra contra el crimen, donde los pobres –precisamente- han pagado en mayor número las fatales consecuencias. ¿Primer mensaje subliminal de la noche o pura casualidad?

“El tiempo dirá sobre sus deseos de poder/Hacen la guerra solo por diversión/Tratan a la gente como peones de ajedrez/Espera a que llegue su Día del Juicio Final”.

Coincidencia o verdadera intención de darnos un mensaje político (usar War Pigs como canción de apertura, aunque ésta bien puede que sea la primera de todas en los conciertos del tour), el virtuosismo de Geezer Buttler (bajo) y Tony Iommi (guitarra) se impone a cualquier interpretación.

Después de todo, quienes hemos venido de muchas partes de la provincia, más la multitud del DF (seguramente, entre todos, casi 60 mil), no esperamos más que ser llevados a la cima épica de un rock pesado, armónico y rico en variantes, que la actual industria musical ya no produce.

La rola se suaviza e ingresa a una estancia rítmica de gran eficacia técnica y poder sugestivo, pero sin perder la dureza sonora, característica fundamental del legendario grupo, que logró combinar –en su repertorio de sensaciones-  “el látigo y la caricia” como ninguna otra banda en la historia del rock. Ese toque preciso de blues que da salida y variedad al tronante sonido.      

Los demonios de la virtud.

Si Ozzy es el chamán, el poseso en permanente éxtasis, Iommi es el guardián de las “sagradas escrituras musicales”; el asceta que sigue la partitura nota por nota; el gran estoico forjador de pasiones, quien sólo da visos de su volcán interno en esporádicas sonrisas, al arribar al clímax de alguno de esos supersónicos requintos.

Butler es su seguro acompañante, el portador de la inigualable base rítmica del grupo, el versado músico que rescata al bajo del fondo de la orquestación para llevarlo al frente de la misma, gracias a una extraordinaria presencia melódica. ¿De qué están hechas esas pequeñas manos que rasgan las cuerdas como si estuvieran enfundadas en guantes de metal? ¿O como si su instrumento fuera un arpa sutil?

El baterista Tommy Clufetos, músico titular en la banda de Ozzy, suple al gigante Bill Ward, pero sin permitir que el sueño de ver a la banda completa estropee la calidad de su perfomance. En un estilo muy similar al de Ward (quizá con un grado menos de potencia), Clufetos es el apaleador sincronizado del inframundo, cuyo solo en las percusiones lo sitúa a un paso de los grandes del rock.

Con el soporte de esta increíble alineación se escuchan los clásicos Into the Void, Snowblind, Fairies Wear Boots, Iron Man, Dirty Woman, además de tres rolas de su último disco “13”. En Age of Reason vuelven los referentes del poder y la violencia: “¿Escuchas el trueno, furioso en el cielo?/Premonición de un planeta maltratado que va a morir/¿En la era de la razón, cómo sobrevivimos?/Los protocolos de la desolación atraviesan muchas vidas/Muchas vidas”.

El momento del cáliz.

El paroxismo de la fiesta pagana llega con la canción Black Sabbath, grabada en el primer disco de 1970. En las pantallas gigantes -donde se ha proyectado el concierto con una impecable calidad y edición de imagen- se mantiene fijo el nombre del grupo que se halla custodiado por dos demonios. El toque de campana que acompaña el inicio de la pieza alcanza alturas sobrenaturales. Tiembla el rostro del Brujo, sus ojos vidriosos, su diminuta melena, mientras extiende y levanta los brazos, vertical y horizontalmente (¿dibuja una cruz invertida?).

“¿Qué es esto enfrente de mí?/Una figura negra que me apunta/Volteo rápido y comienzo a correr/Me doy cuenta de que soy el elegido/oh nooo (…) ¿Es este el final, amigo?/Viene la locura de Satán/La gente corre asustada/Mejor deberían ser conscientes”.

El Mago sigue gesticulando, ahora víctima de su invocación. Parece que intenta arrancarse un espíritu sedicioso que trepa por su hombro izquierdo; en el esfuerzo (las manos en forma de garras), casi cae de espalda. En la parte final de la canción, Ozzy, a gatas, rinde pleitesía a Iommi, luego a Buttler.    

Termina la rola; el clamor se eleva supremo en esta velada histórica; y en clara señal de gratitud, el público recita el mantra, “oleee, ole ole oleee, Sabaaath, Sabaaath… oleee, ole ole oleee, Sabaaath, Sabaaath…”, en un tono piadoso, tierno, religioso.

Un pueblo conocido en el mundo por su acendrado catolicismo celebra de esta dulce manera a una banda que hace todavía 20 años era censurada en muchas radiodifusoras del país por estar clasificada como satánica.

La penúltima canción, Children of the Grave, nos enseña que las visiones sombrías del mundo también incluyen la fe en las nuevas generaciones: “la revolución en sus mentes-los chicos comienzan la marcha en contra del mundo en el cual tienen que vivir (…) Están cansados de que los empujen y les digan lo que tienen que hacer/Lucharán hasta que hayan ganado y el amor venga flotando”. (¿Otra vez alusiones al México actual?).

La bendición.

Culmina el asombroso ritmo épico de la pieza. Se van las luces, cae la obscuridad. Los músicos, ¿dónde están? “Saaabbath, Saaabbath, Saaabbath”. La espera es un instante. Regresa el Mago: “you wanna hear it?”, “yeee”, “I can’t fucking hear you, you wanna hear it?”, “yeeeeee”, “say it”, “Paranoid, Paranoid, Paranoid”.

Atraviesa el aire uno de los riffs más famosos del rock y la música popular. La letra, testimonio de la anomia y la infelicidad, pareciera haber sido escrita ayer y no hace 40 años.

“Necesito a alguien que me muestre las cosas de la vida que no puedo encontrar/No puedo ver las cosas que construyen la verdadera felicidad, debo estar ciego (…) No puedo sentir la felicidad y el amor para mi es irreal”.  

Iommi remata su eficaz invención. Ozzy agradece a la audiencia; dice que nos ama, que somos especiales. Nadie pide más, nadie espera más. Estamos completos, alucinados, satisfechos. La masa de camisas negras comienza a desplegarse. Los primeros empujones me lanzan de súbito a la realidad. Me arrastran, me llevan, me voy.

(Una sola queja: no tocaron Síntoma del Universo, mi rola favorita).

Fotos:
http://gritaradio.com/galeria-black-sabbath-y-megadeth-en-el-foro-sol/

miércoles, 16 de octubre de 2013

AJUSTE (Poema seleccionado para la primera edición de la Revista Literatosis, Uruguay)

Por Sergio Martínez Espitia.-

 
Cristo, soy un ejemplo para ti:

 

A diario mancillo mi espalda

con esas culpas tendidas de tapete

en el sinuoso camino

que dices sembrado de maldades,

donde tus plantas, muy ligeras,

por mucho que sangran, siguen andando.

 

¿Cómo es verdad, espíritu encarnado,

que suda y huele, que bien puedas

llorar a sangre viva

sin detener, un instante,

tu sospechosa huida?

 

Cristo, soy un ejemplo para ti:

 

Yo, con menos heridas,

humano nada más,

me pongo a la orilla

sin desear

el derrotero del santo.

 

Pero si soportar el rictus

de tu columna traumatizada,

es el necio mandato de tu Padre,

permite suplirte bajo esa columna,

al cabo ejercitado estoy

en llevar la imposible

carga de mi historia.

 

Tú, resucitado al tercer día, te presentaste a los vivos

-por supuesto, a tus más allegados-

para disipar la sensación

de una absurda promesa,

yo, agusanado en el cubo de tierra,

sin vida que mostrar, podría revivir

en cada queja de mi mujer,

en cada acusación de mis hijos,

en cada túnel del aire                                                                                     

donde mi nombre se deshaga

en un largo

ay.

 

Cristo, soy un ejemplo para ti:

 

Hijo diligente que eres

de las ordenanzas de un Dios,

siempre con una obsequiosa pasión

de sufrir por el prójimo, suplicaste una inadmisible tregua,

negaste, el papel inoculado en tus venas, porque dijiste que pesaba

la desdicha que aún ni tentabas.

 

Recuerda, yo no pido a nadie ese tipo de venias,

aun cuando mi muerte no haga más

que estimular la inútil yerba.

 

De chistar padezco las secuelas,

recibiendo más penas, sin poder renunciar a ellas,

y sin conquistar tu fama

que se cuenta en las estrellas.

 

Y callo, aunque también sé, que,

a causa de tu modelo inaudito, insuperable,

mis actos hijos de la necesidad

de cualquier modo irán a parar

en las fauces censoras

de tu tieso jefe.

 

Cristo, sí, soy un ejemplo para ti.
 
 
 

miércoles, 24 de julio de 2013

De ratones temibles y tigres abominables: la selección mexicana

Sergio Martínez Espitia.-
 
Durante el mundial de Inglaterra en 1966, el columnista Manuel Sayde publicó que los jugadores de la selección mexicana parecían ratones verdes porque se hacían chiquitos ante los rivales y corrían sin ton ni son.


El estigma de no ser más que unos simpáticos roedores que seguían en fuga la pelota se extendió 27 años más, hasta después, incluso, de la actuación heroica de la selección en el Mundial de México 86.

 
Los jugadores de aquella escuadra liderada por los impecables Tomás Boy, Javier Aguirre y Manuel Negrete cayeron de forma injusta en los cuartos de final ante los imposibles alemanes en el estadio de Monterrey. El árbitro colombiano Díaz Palacios anuló por error -en el tiempo reglamentario- un gol del inolvidable Abuelo Cruz que daba el triunfo a los connacionales.

 
Los tiempos extra fueron un suplicio y la selección volvió a perder la chance de ir a semifinales -en un mundial local- al ser víctima del nerviosismo y caer abatida 4 a 1 en la tanda de penales.

 
Ocurriría después la suspensión de México en el Mundial de Italia 90 por el bochornoso asunto de los cachirules que jugaron en las eliminatorias del Mundial Juvenil de 1989 en Arabia Saudita. El futbol mexicano tocó fondo y la maldición de los ratones se tornó de verde a roja por el rubor de la vergüenza ante el mundo. El futuro del deporte idolatrado se tiñó de penumbras.       
 

No obstante, 4 años después, de la baba de este molusco nacería la perla: la maravillosa selección de Galindo, Campos, Ambriz, Aspe, Ramírez, Suárez, Zague, dieron la linda sorpresa al arribar a la final de la Copa América de 1993 en Ecuador. Esta nueva generación de jugadores, a cuyas filas se agregaron Del Olmo, García, Hermosillo, y otros, y que se distinguía de las anteriores por su fortaleza técnica y mental, salvó con creces la dignidad del futbol mexicano. 

 
Por primera vez en su historia, la selección era vista con cierto respeto en la escena internacional. El éxito del equipo se debía en buena medida a la dirección técnica de Mejía Barón pero sobre todo al sistema de entrenamiento heredado por Menotti, quien en sólo dos años al frente del grupo había logrado establecer una idea futbolística y convencer a los jugadores de su calidad técnica y humana.

 
En una de las tantas decisiones fatales de la Federación, el argentino fue despedido sin motivo aparente a unos meses de iniciarse la Copa sudamericana. De este modo se interrumpía el proceso de trabajo más relevante en el sinuoso trayecto de la escuadra.

 
Sin embargo, las semillas lanzadas por el viejo lobo de Rosario dieron los frutos suficientes para aliviar el espíritu futbolero del país y hacer creer a los aficionados, directivos, técnicos, comentaristas y jugadores, que, de una vez y para siempre, el ofensivo mote quedaba al fin sepultado.

 
La euforia de tener un equipo competitivo, posicionado en el Cono Sur tras el papel inmejorable en Ecuador y subsiguientes Copas América, así como la buena actuación de los equipos locales en la Copa Libertadores, y una Copa Confederaciones ganada a Brasil, inflamaban el viejo sueño de obtener un campeonato del mundo.

 
El combustible de aquella primera gran selección prevalecería hasta la época de Lavolpe, cuando el deseo de ganar un mundial alcanzó la cima del delirio.

 
Pero poco antes de que el estratega del “futbol total” se hiciera cargo de la querida escuadra, ésta había experimentado uno de los fracasos más lamentables de su historia: el equipo nacional venía de perder con Estados Unidos, su acérrimo rival en la zona, nada menos que en octavos de final del Mundial de Corea/Japón 2002.

 
El golpe fue de tal impacto para los aficionados que provocó en la mayoría un efecto de bloqueo automático que anuló la realidad: muchas personas estaban convencidas de que Vicente Fox había cedido el triunfo del partido para no seguir irritando a los estadounidenses, cuyo gobierno estaba inconforme por unos terrenos fronterizos reclamados por el presidente mexicano.

  
Y así, los hinchas no quisieron ver lo peor: la grosería del técnico Javier Aguirre al no dar la cara a la prensa para explicar los funestos errores del juego y su falta de seguridad al afrontarlo.

 
Aguirre huyó del estadio (su imagen en la televisión corriendo para tomar el camión que lo llevaría al aeropuerto de Corea del Sur) bajo el absurdo pretexto de que tenía un llamado “urgente” de la directiva del Osasuna (equipo que lo había contratado por su gran trabajo en la primera ronda del torneo), en plena temporada mundialista, cuando las ligas principales de cada país están en receso.      

 
Sobre este triste antecedente, Antonio Lavolpe tomaría la selección. El “innovador del futbol mexicano”, “el estratega de lujo”, “el amante del juego ofensivo”, “el Rinus Michel de México”, asumía el mando bajo éstos y otros epítetos lanzados por la propaganda de la Federación.

 
Lavolpe había formado la increíble escuadra del Atlas en los noventa, además de ganar el campeonato de la liga con el Atlante a principios de esa década. No había duda de que el excampeón del mundo en Argentina 78 –título ganado por la selección local bajo la dirección de Menotti- era uno de los mejores técnicos en la historia de los torneos nacionales, por lo que su designación parecía el movimiento más acertado, el más natural.

 
Pero el bigotón de Buenos Aires llegaba sobre una nube de grandes esperanzas que más tarde que temprano reventarían. Los dueños del futbol usaron la buena fama del argentino y la alta expectativa que éste generaba en el público para montar una de las campañas de promoción jamás vista en el país.

 
Para comentaristas, anunciantes, piratas y merolicos, la selección mexicana al fin poseía al “gran timonel” que la llevaría la conquista de la anhelada Copa del Mundo.

 
Los seguidores mordimos la carnada no sin cierto placer. Creímos que la hora reservada por el destino estaba aquí, y la alucinación masiva llegó al nivel de creer que íbamos al Mundial de Alemania 2006 a recoger el trofeo que ya nos pertenecía desde el Mundial anterior, porque la derrota con Estados Unidos -la dolorosa e injusta derrota contra el rival a muerte- era solo un mal sueño del que ya habíamos despertado, para asumir con certeza una realidad promisoria de vítores y gloria. Una realidad insoslayable, un augurio infalible. 

 
El fanatismo en torno de la selección, inducido por el bombardeo incesante de futbol en la mañana, tarde y noche, aun antes de la era Lavolpe y hasta nuestros días, mostraba una de sus caras más irracionales. De un mundial a otro –del fracaso al éxito en sólo cuatro años- los ratones verdes se habían convertido en los tigres verdes que -de un zarpazo- acabarían con los dragones europeos y los pavorreales americanos. 

 
Pero tras una primera fase jugada en forma mediocre, de calificar en segundo lugar del grupo siendo cabeza de serie (gran error), y tras caer ante Argentina en octavos, en un juego donde simplemente los gauchos fueron mejores, los antiguos clichés volvieron a derrumbar la necia ilusión: “jugaron como nunca y perdieron como siempre”, “ya merito y los empatamos”, “jugamos al tú por tú”, “Lavolpe se vendió”, “pinches argentinos, valen madre”, etc., etc., etc.

 
Pero los verdaderos tigres, los que dicen defender el verde y solo protegen los colores de su empresa, no perdieron, ni siquiera el estilo: en la cumbre de las jugosas ganancias de aquella selección que iba a ser campeona del mundo (la más rentable de todas) algunos insaciables y altos funcionarios de la Federación fueron captados por la TV nacional y alemana cuando recibían dinero a cambio de ¡unos boletos de reventa!           

 
Los tigres enseñaban el cobre de lo que en realidad significó para ellos la oportunidad de ser campeones del mundial: el negocio perfecto: engrosar sus cuentas bancarias sin ejercer la inversión y el esfuerzo que hubiera requerido un intento genuino por ganar el soñado campeonato.

 
Porque haciendo a un lado las justificaciones, Lavolpe consiguió formar un equipo con una aceptable solidez técnica, pero nunca uno que llenara la gran expectativa de pelear con seriedad por un título del mundo. El buenoairense caía en la confusión estratégica situando jugadores en posiciones erradas y mezclando sistemas de juego sin ningún resultado, y sin poder definir así el estilo de un equipo que, si bien mantenía el orden en la cancha, carecía de un control pleno en los partidos y de una producción constante de goles.      

 
Aguirre regresaría a conducir al seleccionado en el Mundial de Sudáfrica 2010. Tras repetir el mismo resultado (no pasar de octavos), y tener una participación deslucida, el Vasco dejó el amargo recuerdo de haber dicho en un programa de España, a unos meses del torneo, que México estaba “jodido”, “atrapado” entre el décimo y quinceavo lugar, y que no iba a quedarse “aquí para nada".

   
Poco antes del mundial se difundieron los promocionales en que Aguirre parecía disculparse por la dura declaración al confirmar a todos su “gran amor por México”, usando gestos y frases de un nacionalismo chabacano. De este modo los directivos de la Federación sancionaban al técnico por abollar la coraza de optimismo con que suelen promocionar al equipo cada cuatro años.

 
La tensión creada por el Vasco con sus jefes siguió teniendo efecto hasta el último partido frente a Argentina.

 
El rumor de que el Bofo era alineado para jugar contra la albiceleste por instrucciones de Vergara, a quien urgía promocionar y vender al jugador, resultó ser la explicación más razonable del porqué el técnico incluía a un elemento por entero nulo en un partido de suma importancia.

 
Antes y durante el Mundial, el dueño de las Chivas fue siempre uno de los críticos más severos de Aguirre, de quien decía que no tenía la ambición necesaria para ser campeón del mundo.

 
Vista así la historia reciente de la selección mexicana -que no incluye el obscuro episodio del mundial en Argentina, las direcciones de El Ojitos Meza y Hugo Sánchez, ni la eliminación a manos de El Salvador que nos impidió asistir a España 82- la actual era del Chepo no parece más que el destino consecuente de una historia de procesos truncados y decisiones trágicas.

 
El resultado lógico de los criterios deportivos subyugados siempre a los intereses de la Federación, las televisoras, los representantes y los jugadores mismos.

 
Un juego donde los tigres -cada vez más astutos- siguen envejeciendo en la bonanza, mientras los ratones, correlones y sin tino, todavía salimos veloces tras la migaja de una esperanza vacía… sí, nosotros, los aficionados, los ratones verdes que no paramos de vitorear.

jueves, 20 de junio de 2013

Periodistas asesinados, ¿beneficiarios del crimen?

Sergio Martínez Espitia.-

Entre los defensores del derecho a la información y la mayoría de los medios el asesinato de periodistas es considerado de forma inmediata como un ataque directo a la libertad de prensa.


El análisis específico del comunicador asesinado, es decir, la circunstancia personal que lo pudo llevar a su muerte, queda al margen de una interpretación de los hechos que, sin bien aclara los puntos clave de las pesquisas y exige resolver el crimen, deja de asumir que el asesinato no siempre es una agresión contra la labor mediática, dejando de lado otras causas posibles, como la relación económica, y muchas veces hasta política, del periodista con sus fuentes en el gobierno o la delincuencia organizada. 


En efecto, profundizar en esta parte de los crímenes contra la prensa requiere de romper con una de las reglas de oro en el ámbito de los medios, consistente en poner el dedo en la llaga ajena pero nunca en la propia, denunciar en voz alta las artimañas del poder pero jamás las prácticas que los mismos periodistas tienen para sobrevivir en un contexto de bajos salarios y financiamiento gubernamental.


En muchos casos, el olvido de esta circunstancia y el reproche a las autoridades por su falta de voluntad en seguir las pistas y fincar la autoría del crimen sirven de trampolín a un discurso que enfatiza los temas del derecho a la información y la libertad de expresión, pero que omite, o trata de manera parcial –ya sea por ignorancia o interés-, las pruebas que indiquen alguna relación ilícita del comunicador con las autoridades formales y los poderes fácticos. 

 
A esta clase de relación se agregan los compromisos de directivos y propietarios para asegurar la manutención del medio, y que determinan el quehacer del periodista, cuya opinión se adecúa a la línea editorial de sus jefes.

 
¿En cuántos asesinatos no habrá sido el reportero o el fotógrafo el que pagó con su vida las componendas de los dueños del periódico o la radiodifusora?  

 
En el entorno mediático los colegas sabemos diferenciar entre un compañero que fue asesinado por su cercanía con “el diablo” de uno que fue “callado” porque apuntó la pluma o la voz en la fortuna mal habida de un funcionario o en la lista de pagos de un grupo criminal.

 
No obstante, esto no debe llevarnos a la condena moral de los compañeros que se vinculan con esa red de intereses políticos y económicos. Si la ética impone un código de conducta a quien la asume también deslinda de sus obligaciones a quien no la sigue en el desempeño de su labor. El libre albedrío se encuentra en la base de cualquier elección ética.

 
Creer que el ejercicio del periodismo conduce, inevitablemente, a la práctica de un conjunto de principios, equivale a sesgar la realidad, olvidando que el periodista, al igual que cualquier otro trabajador o empleado, decide según ciertas aspiraciones personales y de acuerdo con su situación económica y social.  

 
Tener en cuenta esta diferencia con la ética durante las indagatorias –por supuesto, con sus límites- coadyuvaría a mantener la objetividad de las mismas, a saber con mayor certeza si se trató de un ataque a la libertad de expresión o de un simple ajuste de cuentas entre particulares, sin que ello implique justificar la muerte de un periodista vinculado a arreglos ilícitos, hecho que las autoridades usan para evadir su obligación de llegar al fondo de las pesquisas.

 
Por otra parte, tratar los casos con esta óptica llevaría a denunciar la situación tan estrecha que experimenta la prensa en nuestro país: la dependencia política y comercial de los medios, y el control de sus monopolios, en una sociedad con alarmantes niveles de instrucción y lectura, disociada abismalmente del interés público.

 
Los pocos periodistas avocados a la libertad de opinión y sus agrupaciones correspondientes prefieren dejar de exigir la resolución de un caso cuando descubren que la víctima tenía una conexión soterrada con el gobierno o la delincuencia, e insisten solo en aquéllos que reditúan a la causa de los comunicadores independientes o que sirven a un discurso cuyas versiones –ocasionalmente- rayan en la demagogia.

 
Sin embargo, admitir abiertamente los intereses ilícitos por los que algunos periodistas son asesinados, con la misma importancia adjudicada a los comunicadores muertos por el ejercicio de su labor, además de estimular la solución del caso, contribuiría a la misma defensa de la información.

 
Las audiencias tienen derecho a conocer la verdad sobre los hechos públicos que le atañen, y es un deber ético -deber de quien asume ciertos principios en el desempeño de su profesión- ahondar en la verdad de estas muertes, que revisten una importancia especial al tratarse, en muchos casos, de amigos o personas conocidas, aunque esto mismo signifique apuntar las baterías hacia el gremio que cobija y otorga identidad. 

 
Ésta parecería una idea descabellada en un ambiente de acoso sistemático a los medios y de rechazo, por parte de directivos y colegas, a los compañeros que están fuera del “aro”, lugar mítico de poder en México donde un periodista con semejante línea de investigación firma en automático su credencial de paria o su sentencia de muerte. Pero, ¿No sería ésta, acaso, la resolución moral de quien sin falsos heroísmos informa con libertad, más allá de aclamaciones y baños de pureza?



lunes, 10 de junio de 2013

México: la noticia fragmentada


Sergio Martínez Espitia.-
 
La prensa dominante en México adolece de una visión inmediatista y fragmentaria del hecho noticioso. Desde el sitio donde se origina la información hasta el resultado final de la nota del día, la noticia experimenta un proceso de degradación que la convierte solo en el ápice del contexto que la produjo.

Las referencias políticas, sociales y económicas que dieron lugar al evento informativo se diluyen en los aspectos más tangibles del mismo. 


Cierto que la nota debe responder a las preguntas básicas sobre el hecho -¿qué? ¿cómo? ¿cuándo? ¿dónde? ¿por qué?- para ofrecer a la audiencia la primera y necesaria impresión de lo ocurrido. Sin embargo, este esquema, aunque indispensable en los géneros periodísticos, alimenta el consumo trivial de la noticia al atomizar las dimensiones del suceso. 

 
A esta situación dada por la naturaleza de los estilos o, mejor dicho, por la forma en que éstos son empleados, se agrega el ritmo demencial con que actualmente se procesa la información y los intereses políticos y comerciales de los medios de comunicación.  

 
Redactar con velocidad una nota resulta más importante que el cuidado de la estructura o la inclusión de las referencias contextuales. La obligación de “rasurar” la información que compromete la imagen de un funcionario se impone al deber del periodista de comunicar con veracidad.

 
¿Cuántas veces ocurre que la nota es segada porque la hora del cierre de edición se yergue cual guillotina sobre las manos del reportero, o porque el espacio previsto para la nota es recortado por la publicidad, o porque el texto producido en la mesa de redacción es suplantado por el boletín de prensa?

 
Sin embargo, el conocimiento del contexto político, social y económico en que surge el hecho noticioso, la línea histórica en que éste se ubica junto a los sucesos que le preceden y le siguen, el acceso casi ilimitado a la información gracias a las nuevas tecnologías de la internet, y la experiencia misma del periodista en el desarrollo de estos aspectos, pueden constituir el marco de referencia que supere el proceso fragmentario de la información.

 
Conocer el entorno político en que es ofrecida cierta declaración coadyuva a determinar la importancia de la misma. Un reportero que conoce los antecedentes del funcionario y la posición de éste en las relaciones de poder puede descubrir una omisión o una tergiversación de los hechos referidos, así como el justo lugar que ocupa la declaración o el hecho en el escenario político.

  
Material de gran valía al momento de redactar la nota. La entrada o los párrafos inmediatos de ésta incluirían el asunto principal planteado por el declarante, pero con el matiz, o, si el caso lo permite, el contrapunto que revele las distorsiones y los olvidos intencionales.

 
Aquí, las nuevas tecnologías de la información juegan un papel preponderante. Si, tradicionalmente, el periodista podía recurrir a la paciente labor de consultar los archivos del periódico para definir el contexto de la nota, ahora, a través de la internet, los datos del contexto se obtienen de manera casi inmediata de fuentes cada vez más fidedignas.  

 
Pero de la experiencia del periodista y, por supuesto, de la colaboración del jefe de información, dependerá elegir el dato preciso y verificado, incluirlo en la parte más conveniente dentro de la estructura de la nota, hacerlo sin editorializar o invadir las potestades de otros géneros, y redactarlo con la suficiencia necesaria para develar el significado político y social de la información.

 
Esta tarea, además de otorgar a la noticia su preciso valor en el espectro informativo con que se encuentra vinculada, coadyuva al posicionamiento editorial del medio, da pie a profundizar en el asunto a través del empleo de otros géneros más convenientes para ello (reportaje, artículo, editorial, entrevista, etc.), y contribuye a establecer, paulatinamente, una agenda temática.         

 
Por otra parte, la posibilidad extraordinaria –de ser el caso- que tienen las plataformas digitales de integrar texto, audio, video, gráficos, comentarios del usuario, etc., en el cuerpo de un tema, permite contextualizar y enriquecer la noticia a través de diferentes medios de expresión. 

 
El empleo conjunto de estos elementos teóricos y prácticos contribuye a sumar a los aspectos inmediatos de la información las referencias contextuales que otorgan al hecho noticioso el sentido político, social o económico que le corresponde.

 
Finalmente, las nuevas tecnologías digitales, además de ser útiles instrumentos para contextualizar la información, al permitir un mayor acceso a distintas fuentes de conocimiento, ofrecen novedosas formas de difusión que –bien articuladas- pueden ofrecer al público un producto sugestivo, a través de recursos multimedia e interactivos.

sábado, 20 de abril de 2013

“México es como el picante en la lengua, el tequila en la garganta y el sol en los ojos”: Yoani Sánchez

Redacción.-

Con la autorización de la célebre bloggera cubana Yoani Sánchez publicamos en Opinión al Punto las impresiones de su recorrido por México que llevó a cabo como parte de una gira mundial.
 
Yoani afirma que México “es como el picante en la lengua, el tequila en la garganta y el sol en los ojos”, además de reconocer que nuestro país no admite “medias tintas” ni “sentimientos tibios”.


Ejemplo inigualable en la manera de aprovechar las nuevas tecnologías de la información, Yoani, a través de su emblemático blog Generación Y, es el velero de la voz crítica que navega entre los acorazados de la censura cubana.   

 
Sus detractores la señalan de ser un instrumento de la CIA, pero basta con leer sus crónicas sobre la vida cotidiana en Cuba para descubrir un talento único:

 
La mirada sensible de quien sin gafas ideológicas, o fórmulas propagandísticas, retrata al poder no desde las alturas del discurso político sino desde el terreno de la sobrevivencia diaria en que se debaten miles de cubanos bajo un régimen que aún sigue la estrecha ruta de la “patria o la muerte”.      

 
Un talento –reconocido por distintos premios internacionales- que ningún sistema político puede pagar o programar desde oficinas sombrías y turbias conspiraciones.

 
He aquí el texto “Picante, Picante”, en que Yoani Sánchez expresa claramente su admiración y cariño por México.

 

México no permite medias tintas, no admite que nos quedemos indemnes. Es como el picante en la lengua, el tequila en la garganta y el sol en los ojos. Cinco días en la tierra de la serpiente emplumada y me ha costado subirme al avión, porque unos deseos intensos me halaban para quedarme explorando una realidad subyugante y compleja.
 

He visto edificios modernos a pocos metros de las ruinas del Templo Mayor; embotellamientos tremendos en las calles, mientras por las aceras algunos caminan con la calma de quien no tiene ninguna prisa por llegar. También he comprobado que la Catrina de calavera sonriente, alterna sin problemas con los tapices de colores vivos en medio del gentío de La Ciudadela. Con su risotada sarcástica, la pamela emplumada y el costillar afuera, me retaba.
 

Alguien me dio a probar una golosina y era intensamente dulce, con azúcar espolvoreada; pero después mordí un tamal y la “patada” del chili en mi paladar me hizo soltar unas lágrimas. México no permite sentimientos tibios, lo amas o lo amas.
 

Así que rodeada de contrastes empecé mi periplo azteca. De Puebla al DF, encontrando amigos y visitando varias redacciones de periódicos, emisoras de radio y –sobre todo- hablando con muchos, muchos colegas periodistas. He querido saber de primera mano las satisfacciones y los riesgos de ejercer la profesión de informador en esta sociedad y he encontrado una gran cantidad de profesionales preocupados, pero trabajando.
 

Gente que se juega la vida –especialmente al norte del país- por reportar, gente que cree al igual que yo en la necesidad de una prensa libre, responsable y apegada a la realidad. He aprendido de ellos. También me he perdido en el entramado de timbiriches y kioscos del centro de la ciudad y he sentido allí el pulso de la vida. Una vida que ya percibía desde el aire antes de aterrizar, cuando en la madrugada del sábado observé el gran hormiguero que es la Ciudad de México –las muchas ciudades que contiene- en plena ebullición, a pesar de ser tan temprano.
 

Por momento tuve la impresión de estar viviendo un fragmento de la novela Los detectives Salvajes de Roberto Bolaño. Pero yo no buscaba -como los protagonistas de ese libro- a una poetisa de culto, extraviada en el olvido. Yo en realidad trataba de mirar y de hallar a mi propio país a través de los ojos de los mexicanos. Y lo encontré. Un Isla reinterpretada y múltiple, pero cercana; que levanta pasiones por doquier y que tampoco deja indemne a nadie.
 

Un amigo me preguntó antes de irme ¿Cómo sientes a México? No lo pensé mucho: picante –le respondí- como el picante que provoca una sacudida en todo el cuerpo y saca las lágrimas de placer y tormento. ¿Y Cuba? –insistió- ¿Cómo la sientes?… Cuba, Cuba es agridulce…

 
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sábado, 13 de abril de 2013

Seguridad de ADO agrede a pasajeros secuestrados


Redacción/OpiniónalPunto.- Siguen los casos de autobuses secuestrados en que los usuarios son robados y agredidos sexualmente, pero esta vez, con la agravante de que la misma línea de transporte actuó con negligencia en contra de los pasajeros.


Tal fue la experiencia de treinta usuarios que viajaban en el camión 8126 de ADO GL en la carretera Punta Xen, de Champotón, Campeche, cuando un grupo de encapuchados -abordo de una camioneta- los interceptaron para ser desviados hacia un lugar distante donde finalmente los asaltaron. Varias de las mujeres sufrieron agresión sexual por parte de los sujetos.


Los agraviados (as) levantaron la denuncia en Champotón y exigieron la reparación de daños a la empresa de transporte con base en las garantías del pasajero estipuladas en el reglamento de la misma compañía.


Personal de Autobuses de Oriente de aquella ciudad dijo a las víctimas que debían trasladarse a Veracruz, origen del traslado, donde serían resarcidos por el robo y la agresión física, pero al llegar al Puerto, Daniel García, gerente de la línea, dijo que sólo podía garantizarles el arribo a su destino final, Campeche.


Ante la protesta de los pasajeros, el gerente se encerró en sus oficinas y personal de seguridad de CESSPA, contratados por ADO, arremetieron en contra de los inconformes. En un video subido a las redes se observa a los elementos de seguridad que someten a una joven para luego retenerla en una de las oficinas de la terminal de Veracruz.

 
Personal de la Marina tuvo que intervenir para que finalmente liberaran a la agraviada. Los afectados desistieron de seguir con su reclamo ante la respuesta hostil de la empresa.